sábado, enero 21, 2006



BIN-JIP (HIERRO 3): UN MELODRAMA ENSIMISMADO.(DVD)

POR MIGUEL ANGEL VIDAURRE.



Un fantasma recorre las calles de una ciudad de Corea, penetra en departamentos y casas con una pasmosa facilidad, luego en el interior se desliza por las habitaciones, escucha los mensajes telefónicos, repara los artefactos descompuestos, lava a mano y con delicado cuidado la ropa sucia que encuentra en los pisos solitarios que visita. No substrae nada, solo se cocina un plato de comida y usurpa por algún tiempo los puntos ciegos de las vidas de sus ocupantes. Esos tiempos muertos y esos espacios vacíos que reclaman la presencia de alguien para calmar su necesidad de sentido.

Tae-suk es un cuerpo en constante transformación, una tensión silenciosa, una sombra familiar que se adhiere a los contornos de los objetos olvidados, un monje profano con rituales que redimen el silencio de las cosas y así las salva del mutismo. Tae-suk es puro silencio reconcentrado, pero es una mudez profunda, capaz de otorgar sonoridad a su entorno, como en otros filmes de Kim Ki-Duk : “Primavera, verano, otoño, invierno…y primavera”, “Bad guy”, “La isla” o “Samaria”, sus personajes son capaces de reconstruir una peculiar religiosidad de tintes místicos en el trabajo físico y en la capacidad de ensimismamiento.

En sus entradas y salidas de los mundos alternos que visita, Tae-suk deja una huella, una marca que si se tratase de un filme fantástico se revelaría como una señal de horror e incertidumbre: objetos cambiados de lugar, máquinas desechadas que vuelven a funcionar, fotografías transformadas. Este personaje de aspecto gatuno como un emulo de los animales amados por Chris Marker ( otro fantasma que toma notas con su cámara) conoce –o reconoce- el amor en una de sus visitas, encarnado en el cuerpo de Sun-hwa, quien convertida en objeto-modelo-abandonado se pliega a su silencio con delicada gracia. Kim Ki-Duk construye a los amantes más introvertidos del cine contemporáneo. Híbridos de inocencia y estupidez que se desplazan por en el mundo dominados por rituales de seducción, en donde la palabra es un estorbo y lo fundamental son pequeñas celebraciones de enmudecimiento : lavar la ropa, retratarse en las casas visitadas, cortar el pelo de la mujer amada, dormir una siesta en la casa de unos desconocidos.

La vida de la pareja se torna rápidamente complementaria, no hay confesiones ni explicaciones, todo parece irrealmente sensato, como las parejas malditas norteamericanas al estilo de Badlands de Terence Malick, pero sin su carga de revancha social. Son dos quienes ahora penetran en las alcobas vacías, cocinan sus comidas, lavan sus ropas, se fotografían e incluso entierran a los padres que mueren abandonados en sus departamentos. La fantasmagoría melodramática de Kim Ki-Duk parece contagiosa como una patología benigna que busca insuflar una melancólica modorra en sus hiperactivos ciudadanos. La composición delicada y precisa de cada plano, la cámara que desciende continuamente sobre los encuadres como si se tratase de un Douglas Sirk filtrado por Ozu preparando amorosamente la ceremonia del te, el uso pudoroso y transparente del espacio off y la sentimentalidad candida pero estratégicamente astuta del fundido en negro sobre el sexo.





Los filmes de Kim Ki-Duk producen la extraña ilusión de ser estáticos y sin embargo la cantidad de eventos que sobrevienen a cada instante es mucho mayor que la de cualquier filme de acción, el asunto que es que no son predecibles sino que devienen sinuosamente, y parecen no acentuar la importancia de los acontecimientos por brutales o significativos que nos puedan parecer. En la última parte del filme, con la aparición de un breve destello de historia policial que implica el encierro en prisión de Tae-suk y la intervención despechada del marido de Sun-hwa, se podría suponer una cierta superioridad del elemento narrativo clásico por sobre las operaciones proliferantes de Kim Ki-Duk, sin embargo esto no es más que un repliegue para desarrollar una de las soluciones más convincentes y menos realistas de los melodramas contemporáneos: el triunfo de la sombra y de la estrategia amorosa fantasmagórica por sobre la noción de enfrentamiento épico. El duelista amoroso deviene en espectro tutelar y en amante silencioso.


TRAS EL CRISTAL SOLO HAY MONSTRUOS. (DVD)

POR MIGUEL ANGEL VIDAURRE.


En 1986 el director español Agustí Villaronga presento su filme "Tras el cristal", casi veinte años después me es posible contemplar esta pequeña obra de culto, en donde el gótico hispano se combina con una mirada de perversión sadiana, que a estas alturas podría recombinarse con Sabato y sus familias porteñas enrarecidas ... Atmósferas enrarecidas de novela decimonónica, El monje de Lewis, Melmoth de Maturin o algunas páginas de Machen, Blackmood y aquella pequeña novela de goticismo escéptico y elegante que es Otra vuelta de tuerca de James llevada al cine con vocación preciosista en uno de los mejores filmes seudo fantasmales de los cincuenta, la poco conocida Los inocentes de Jack Clayton con Debora Kerr como la reprimida y sobreprotectora institutriz fotografiada por un siempre inspirado Freddie Francis con un blanco y negro similar a su futuro trabajo junto al mejor director del gótico americano contemporáneo David Lynch en su filme El hombre elefante ( posteriormente Francis lo acompañara en los primeros planos de Duna y a Scorsese en otra pesadilla gótica con su revisión de Cabo de miedo).


Klaus un investigador de incierto pasado nazi, un aparente violador de niños o algo peor que tememos suponer por simple asunto de pudor, un investigador del dolor y la tortura que toma notas en un libro, un manual de transformación perversa que rebasa la ciencia para rozar la necromancia de tintes lovercrafianos, que ahora habita en una mansión con ribetes de un acertado factor atmosférico a lo Mario Bava – solo recuérdese lo mejor de la Máscara del demonio y Operazione Paura con sus largos y morosos desplazamientos por habitaciones y pasillos en semipenumbras- ahora yace empotrado a un pulmón artificial como una criatura ignota y remota, aparentemente flácida e inofensiva fuera de su caparazón de acero como si se tratase de algún tipo de cangrejo ermitaño esperando ocupar un nuevo receptáculo.

“El horror como el pecado tiene su fascinación” comenta el joven aprendiz de torturador y pedofilo . El joven – Ángelo- fue espectador en su infancia de los últimos horrores del ahora perverso e inmóvil investigador y es paradójicamente quien llega a cuidar al monstruo invalido con supuestas razones reivindicativas y para eso lee su abyecto diario de tortura, y describe con detalle – mediante una textual y clínica lectura - la estrategia digna de un amante a lo bataille de clavarles una aguja en el corazón e inyectarle gasolina para luego contemplar con orgásmico placer los cinco minutos de estertores agónicos de la pequeña victima. El joven Ángel desea ser el discípulo de la bestia, el doble infecto, el trasgresor de tono Maldoroniano, el que usurpa a la bestia que yace inmóvil. El victimario yace indefenso como producto de una mecanismo de economía maldita y la aparente victima juega con satisfacción su papel de verdugo y amante -”ahora tú eres el niño”- le dice el joven al viejo nazi, mientras se masturba sobre el sepulcro de acero y eyacula en su rostro.

Esta dupla de simbiosis enfermiza, se ven acompañados por una mujer española – una Bernarda Alba reseca y neurótica que compartió el lecho de la bestia y ahora es carcomida por una enfermedad que desconoce y por una niña – la pequeña Rena- que es el cebo adecuado para un Carroll perversamente imaginativo y victoriano, en el sentido decadentista de un Rossetti, un Balthus o de las ninfulas vendadas de un Helwein.

El sexo se desliza enfermo por los pasillo, la mujer de cabello blanco, vestido negro y el joven aprendiz tras ella, se siguen, se seducen en un baile infecto que contamina y fascina a la mirada, el usurpador – aquel doble infernal que es Ángelo- casi un andrógeno, como un hijo bastardo del Visconti de Muerte en Venecia filtrado por lo vapores fétidos de Salo de Pasolini, esa oda refinadamente ordinaria a la pasión y el excremento, Angel la golpea, la arroja al suelo, ella corre y le muerde los dedos de la mano, se encierra en su habitación, las puertas se abren inexplicablemente, vuelan los picaportes, en un detalle netamente hispano o mejor dicho netamente del Buñuel mexicano, a la mujer se le caen las ligas como operación de un suspense a punto de rendirse ante la comedia, pero no es risible sino patético, no es erótico quizás un poco ridículo como aquel cliché de las superproducciones norteamericanas que obliga a sus actores protagónicos a besarse en los momentos más inesperados, frente al desastre el beso, en medio de una aparición fantasmal basta con cerrar los ojos y cubrirse la cabeza con una manta, y cuando un psicópata te sigue lo mejor es el retardo absurdo, aquel aplazamiento inverosímil que el gallo a llevado a los límites de la infamia.

La música y la atmósfera tienen algo de Argento y Bava, pero con esa oscuridad reseca y goyesca que solo los españoles y los mexicanos son capaces de ofrecer, resuenan ecos del encanto oscuramente ingenuo de Los Inocentes de Clayton y recientemente de Los Otros de Amenabar, enclavada entre ambas tendencias, más actual pero menos moderna con solución fantasmal explicativa y definitiva que le sustrae el encanto de lo incierto, no olvidemos esa pequeña Rebeca de .Hitchcock que renace con nuevo encanto en su lectura compleja en Vértigo, nuevos usurpadores, Orfeos y Ofelias falseados. Al concluir la cacería el joven cubre a la mujer con una manta roja para luego amarrarla a un dogal y ahorcarla desde el segundo piso de la casona , los ecos me llevan a..El pájaro de las plumas de cristal, Suspiria...e Inferno y a un antecedente hispano poco conocido, La residencia de Narciso Ibáñez Serrador, el mismo que realizará ¿ Quién puede matar a un niño?....lejano padre espiritual del Alex de la Iglesia de La comunidad.

La pequeña hija del monstruo de metal y huérfana de la madre le pide al asesino que duerma con ella porque tiene miedo, la petición – y perdición- de la idealizada ingenuidad infantil, una caperucita perturbada que solicita los favores del licántropo, una versión sucia de Shirley Temple, la novia de América, el suspense como estrategia gótica reactualizada por Hitchcock.

La incipiente complicidad entre la niña Rena y Ángelo, un abrazo que los pierde en nuevos sentidos que nos perturban, pues es imposible que la niña no sepa lo que acontece en la casa aquel primer ritual perverso que reactualiza el placer del hombre del pulmón de acero, aquel que mira todo el mundo través de un espejo sobre su rostro, el niño será seducido y torturado por Ángelo y el placer será absorbido y compartido por la entidad bicéfala. Ángelo asumirá poco a poco la mascarada fetichista del nazismo, con su abrigo largo y oscuro y sus lentes ahumados, en tanto la pequeña asume el rol de prometida e hija.


Pronto vendrán otras muertes, el sacrificio del niño cantor, un degüello patético y humillante .El gran asesino nazi ahora es la victima mediante una oscura trastocación valórica, el niño victima es ahora victimario, nadie parece ser inocente pues nadie quiere serlo, en tanto el circulo vicioso se contrae ,la niña huye y vuelve, la relación entre ambos se ha estrechado, el doble finalmente se ha fundido uno muere el otro lo usurpa y lo sustituye en su inmovilidad clínica, los gestos se repiten y se desplazan desde Klaus a Ángelo y de él a Rena ,quien finalmente se transfigurará en un victima – niño rapado, amante e hijo- dispuesto a la tortura del placer abyecto por parte de su amante que yace postrado tras el cristal.

lunes, enero 02, 2006


SYMPATHY FOR MR. VENGEANCE: EL VENGADOR DE LA SANGRE. (DVD) “Se que eres una buena persona…pero tengo que matarte”.


La revancha ha sido siempre un tema fascinante para los cineastas, estrategia justiciera que quebranta la mayoría de los tabúes sociales y que instala una desesperada naturaleza humana llevada al límite.

Desesperación, pasión desenfrenada, pulsión aniquiladora que sin embargo revitaliza el adormecimiento provocado por la cultura. El vengador pierde el control social, provoca la perdida de espesura de lo banal, desquebraja la tenue superficie del ethos civilizador, silencia el contemplativo ejercicio de administración judicial e inocula la acción nihilista en sus actos.

El vengador deviene en obseso y solo encontrará su satisfacción en la aniquilación del otro, final que por lo general atrapa al vengador hundiéndolo en la destrucción o en el silencio. Después de acabar con su objeto de obsesión el vengador pierde toda su fuerza, desaparece en su ejercicio de economía maldita, despilfarro de fuerza, placer y maldición de tono premoderno.

El director coreano Chan-Wook Park ha ido construyendo una breve pero contundente carrera centrada en esta particular fisura de nuestro tenue sistema moral, esa fascinante anomalía espiritual heredera de Ahab. La revancha en su formas más complejas, enrevesadas, abigarradamente tortuosas ha sido visualizada en algunos de sus filmes y sobre todo en aquellos que componen su llamada trilogía de la venganza, compuesta por: “Sympathy for Mr. Vengeance”(2002), “Old Boy”(2003), y la recién estrenada “Sympathy for Lady Vengeance”(2005), se debería agregar el mediometraje “Cut” que compone el truculento filme “Three Extreme”, en donde Chan-Woo Park se une a Takeshi Miike y a Fruit Chan ( este último se une al fotógrafo habitual de Wong Kar Wai, el australiano Christopher Doyle para realizar el mejor mediometraje del filme, el hermosos y antropofágico “Dumplings”) para conformar una envidiable triada de talentos orientales.

En “Sympathy for Mr Vengeance” el vengador y sus desesperados actos no van acompañados de un gesto de voluntad sino son más bien el resultado caótico de una dispersión violenta de energía acumulada. A diferencia de “Kill Bill” en donde su protagonista asume una doble condición de figura heroica y sujeto dispensador de venganza, en la tradición del western clásico, en el filme de Chan-Woo Park las tensiones desatadas por un asesinato accidental de una niña, sumado al despido de un trabajador, a la presencia soterrada de una célula terrorista, al amor incondicional de un joven mudo por su hermana enferma, cataliza no un solo estallido de venganza sino un innumerable conjunto de microexplosiones que desgarran por algunos instantes todo el soberbio tejido social. En esta dirección el filme se asemeja más a una novela de Jim Thompson o James Ellroy con su violenta coralidad repleta de personajes sometidos a un destino absurdo y embrutecedor que a la construcción épica del vengador en cuanto voluntad encarnada.



Tres secuencias que denotan la explosión fuera de control de la venganza: el chico mudo clavando una atornillador en una arteria del cuello de uno de los traficantes de órganos, luego el hombre saca el atornillador y un fuerte chorro de sangre escapa desde su cuello desgarrado, luego lo golpeara una y otra vez con un bate de béisbol. El padre desconsolado de una niña muerta accidentalmente torturara con electrizad a la novia anarquista del chico mudo, la cubre con una manta, le conecta un cable a una de la s orejas y la electrocuta una y otra vez, luego de un rato el hombre come sentado en el suelo mientras la orina de la joven se escurre hasta su plato. Posteriormente, el hombre llevara al chico mudo a un río en donde le rajara los talones para dejar que se ahogue mientras va desangrándose poco a poco. A diferencia de la venganza clásica en este filme no hay lugar para la redención, no hay salida, toda fuga ha quedado sellada y solo resta estrellarse como moscas en contra del cristal, golpe tras golpe hasta morir de agotamiento.