lunes, febrero 27, 2006




GUN CRAZY : LOCOS POR LAS ARMAS Y LOCOS DE AMOR.(DVD)

POR MIGUEL ANGEL VIDAURRE.

Durante la década de los treinta y a causa mayormente de la depresión que asolo a Estados Unidos, las producciones cinematográficas se vieron forzadas a desarrollar nuevas operaciones de realización, concentrando por una parte la mayor parte de sus capitales en filmes de clase A que se caracterizaban por su costosa realización, largas preproducciones, fastuosas escenografías y actores de fama popular, a su vez los estudios explotaban otro filón de su producción al estimular la creación de filmes clase B que se realizaban en corto tiempo, utilizando por lo general actores pocos reconocidos por el grueso del público y desarrollaban historias posibles de ser integradas al sistema de géneros dominante en la época : western, horror, comedia y melodrama, por lo general el musical y el cine bélico excedían los presupuestos y entraban a la categoría superior.

Diversos autores participaron de esta política de clasificación cinematográfica y ofrecieron en muchos de los casos sus mejores obras, frente al prejuicio generalizado de cierto sector de la historiografia cinematográfica más conservadora, los mejores ejemplos del cine clásico norteamericano pueden encontrarse entre estos filmes en donde la disminución de recursos económicos obligaba a sus autores a reformular reglas narrativas adormecidas por la lógica del star sistem y desarrollar operaciones novedosas para solucionar problemas concretos de realización.

Entre los directores que se destacan se pueden encontrar nombres tan reconocibles y consagrados como : Don Siegel (La invasión de los usurpadores de cuerpos), Jack Arnold ( El increíble hombre menguante), Edgar G. Ulmer (Detour), Jacques Tourneur ( Camine con un zombie), Robert Aldrich (El beso mortal), Samuel Fuller (Shock corridor) y Joseph H. Lewis con su filme noir de 1949 Gun Crazy.

El filme de Lewis es un ejemplo de narración B noir en clave de melodrama, conciso, duro, evitando el sentimentalismo dentro de lo posible y edulcorando el relato solo en la medida que hace posible la caída dramática de sus protagonistas. Sustentandose en el periplo de una pareja de delincuentes, Lewis saca provecho a la lógica del road movies constituyendo una de las primeras parejas malditas del cine negro y desarrollando con agudeza la fascinación por las armas de fuego como si se tratase de una previsualización de gran parte del cine contemporáneo. Cada vez que los protagonistas se refieren a las armas o simplemente las portan parece que se tratase de una escena amorosa. La fetichización del arma se combina con las pulsiones incontrolables que esconde la imagen de la femme fatale para construir una hermosa obra sobre la imposibilidad de controlar la vida.





Carlos Heredero y Antonio Santamarina describen con exactitud la problemática de los filmes de este periodo que se cerraría según la tesis de su libro – El cine negro. Maduracion y crisis de la escritura clásica – con el filme de Raoul Walsh “White Heat” (1949) de la siguiente manera : “ Fugitivos y acosados por la ley, por una mujer, por el devenir de los acontecimientos o por la propia sociedad – Forajidos, El beso de la muerte, El abrazo de la muerte, El demonio de las armas ( Gun Crazy)-, los delincuentes de este período se muestran incapaces de gobernar sus propio destino, ese impulso que los ha lanzado por la senda del delito sumergiéndolos, de paso, en un laberinto espeso y fatídico del que no consiguen encontrar casi nunca el camino de salida.”


En las primeras secuencias del filme Lewis carga con todo el imaginario que el cine negro fue desarrollando durante un par de décadas, la ciudad en semi penumbras, la lluvia torrencial, un adolescente embobado frente a una vitrina que ofrece sus productos con pérfido impudor, revólveres y escopetas se presentan ante el joven Bart Tare como peculiares máquinas deseantes, dispositivos que no puede evitar y que catalizaran permanente sus pasiones. Sin pensarlo, destrozara la vitrina, robara un revolver y sin poder evitarlo caera de cara sobre le pavimento mojado, el arma – guiada por un destino nefasto- se deslizara hasta los pies de un policia, luego de eso la vida de Bart escapara completamente de control y vendrá el reformatorio, el ejercito y el amor unido al crimen

Durante su juicio Bart reafirmara su obsesión por las armas, aunque no necesariamente con la violencia, paradójicamente la única vez que utilice directamente un arma contra otro sujeto será para eliminar su objeto amoroso. Frente al juez el joven Bart dirá : “solo sirvo para disparar. Solo eso me gusta y eso haré cuando crezca”. Una declaración amorosa más que de principios que años después tendrá su respuesta cuando conozca a Annie Laurie Starr en una feria de diversiones, entre ambos se realizara un duelo de habilidad con el revolver que Lewis filmara como un cortejo amoroso, una estrategia de seducción que culminara con la pareja casandose en una capilla insignificante e intentando vivir como idealizaciones de filmes A de los cuarenta, luego completamente en bancarrota Annie presionará a Bart a compartir el crimen como futuro, opción que titubeante terminara por aceptar y que finalmente lo rebasara. La muerte en medio de un pantano será el recordatorio de la naturaleza oculta de una civilización incapaz de comprender sus misterios y temerosa de atisbar en sus ocultas motivaciones.