jueves, octubre 13, 2005


DUEL O EL DIABLO SOBRE RUEDAS (DVD)


Filme mínimal aunque nunca mínimo en torno a la tensión suicida entre el conductor de un Plymouth rojo – David Mann (interpretado por Dennis Weaver) – y un fantasmal chofer de un camión cisterna que sin razón aparente deviene en letal depredador.


Opera prima de Steven Spielberg y estrenada en la televisión norteamericana en 1971 concentraba de manera concisa y económica las obsesiones del futuro director, es posible incluso que muchas de sus obras posteriores no sean sino grandes y despilfarradores intentos por lograr profundizar en este ejercicio inicial que tendrá una inusual continuidad cuatro años más tarde cuando realice Jaws, donde el camión será reemplazado por un enorme escualo.

Duel con una duración inicial de 74 minutos (extendidos a 90 en su versión para los cines europeos) tomaba como punto de partida un relato corto de Richard Matheson publicado inicialmente en la revista Playboy y luego ampliado a manera de guión por el propio Matheson, quien en aquella época ya era considerado un estiumulante autor de relatos populares de cuño fantástico y ciencia ficción ( dos novelas bastan para cimentar su merecida fama : El increíble hombre menguante (1957) llevada al cine por Jack Arnold durante los cincuenta y Soy Leyenda (1956), base de inspiración para el filme clásico de zombies La noche de los muertos vivientes de George Romero y adaptada al cine con mayor fidelidad por Sydney Salkow en 1961. Para el ensayista español José Maria Latorre una de las constantes en la obra literaria de Matheson es “el descubrimiento de lo monstruoso que se agazapa dentro del mundo cotidiano” (es posible, aunque no poseo ningún tipo de información para avalar mi posición, que la obra de Matheson haya influido en Hitchcock en el momento de llevar al cine la adaptación de la novela de Daphne du Maurier realizada por Evan Hunter).


La cotidianeidad de David Mann se presenta de manera tan eficaz que ni siquiera alcanzan a culminar los títulos de presentación cuando ya está instalado el personaje: Mann es un sujeto común, un hombre de negocios con una casa en los suburbios, un par de hijos y una mujer con la cual al menos aun se soportan, lo vemos salir de su hogar desde un plano subjetivo que durara los primeros minutos y se extenderá hasta salir del centro poblado, atravesaremos un par de túneles y comenzaremos a internarnos en la larga carretera que conduce a Los Angeles, la radio del automóvil transmite un programa de conversación en donde se discute un tema aparentemente pueril vinculado al censo de población, un radioescucha pregunta si el debe inscribirse como “cabeza de familia” a pesar de que es su mujer la que trabaja. Diálogo de apariencia gratuito que sin embargo es un mecanismo de información precisa para lo que vendrá en pocos minutos cuando David – luego de sobrepasar a un camión de transporte de combustible que no le daba el paso- se detiene en una estación de servicio y telefonea a su mujer que parece molesta por algo que sucedió la noche anterior, algo que tiene que ver con el carácter irresoluto de David ante una situación molesta para ella – la mujer incluso dice aunque parece exagerado que un conocido de David estuvo a punto de violarla en la reunión de en la casa, realmente al menos por la reacción de David esta afirmación parece claramente fuera de lugar a menos claro que lo quiera decir se vincule al carácter poco voluntarioso de su marido, una cierta falta de iniciativa masculina – al parecer los hombres norteamericanos comenzaban a sentirse amenazados. El miedo flotaba en el aire, luego del último gesto heroico de la segunda guerra las cosas parecían in en plena decadencia, primero Corea, luego Vietnam, el viejo vaquero estaba a la deriva, arrinconado en su pequeña casita suburbana de colores pastel y diseño homogéneo....es la hora de temor y temblor para el héroe.


El resto de la historia es mínimo, casi inexistente pero por lo mismo cargado de una enorme eficiencia dramática: un viaje de fuga y cacería que poco a poco se trastoca para culminar en un duelo de carácter épico. El camión perseguirá a David Mann de manera enloquecida, no hay motivos que nos permitan explicar la situación, arrasa con todo lo que encuentra, parece una bestia desenfrenada, una máquina poseída que fascina a esa parte de nuestro inconsciente que aun proyecta sus monstruos en el exterior para poder gratificarnos en su destrucción física. Ambas vehículos entablarán un combate primitivo, un conductor sin rostro pero con un enorme cuerpo blindado y un tipo común que va ser llevado a sus límites. Jasper insistía en sus problemáticas filosóficas que ciertos momentos de nuestra vida nos instalaban frente a frente a lo que el llamaba “situaciones límites”, instancias que los hombres no debían desaprovechar para transformar sus vidas, y al estilo de una versión empapada de ética del western de la Dimensión desconocida, David Mann no tiene posibilidad de retractarse a menos que eso signifique morir o simplemente esconderse pero posiblemente ya ha tenido bastante de eso. El nuevo héroe americano de Spielberg emana de su propia desesperación, como un personaje de Kafka con voluntad para destruir aquello que no entiende y lo supera. Un Becket con bate de béisbol.